miércoles, 11 de junio de 2014

Yo no soy Petrarca

Leí en alguna parte que enamorarse de una persona es una ilusión. En realidad nos encandila el lóbulo de una oreja, la curva de las aletas nasales, el ángulo de una sonrisa... pero nos decimos a nosotros mismos que es el carácter, el intelecto, el conjunto.

Yo me he enamorado de cejas, de remolinos en el pelo, de manos, de vientres, de clavículas, de nucas, de antebrazos, de hombros... Y los he conquistado en alguna medida.
He besado y recorrido esa geometría irrepetible de la biología.
Me he dejado abrumar por el detalle.
Presa del Síndrome de Stendhal ante la carne, ciega al todo.

No por eso he amado.
Aferrada al autoengaño y, peor aún, al engaño compartido. A la mentira de la química legitimada por los constructos sociales.

Soy adicta a las primeras sensaciones. A la aproximación.
Soy ludópata de eso que llaman amor pero es sólo literatura.





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