domingo, 1 de febrero de 2015

Nosotros

Nosotros y nuestras soledades.
Nosotros, los niños perdidos. Deambulando en los parajes de la tristeza. Siempre bailando. Bebiendo más de la cuenta para volar. Y sonriendo.
La ironía y la blasfemia son nuestras flechas.
Atravesamos el invierno solos. Y nos narramos la misma historia de distintas pieles. Hablamos al viento sin vernos. Triunfando sobre la distancia nuestra locura libre de espacio.
Somos las bestias de la noche, cómodos en la oscuridad. Hermosos bastardos, perdedores dominando el mundo con la gracia de moldear las tinieblas.
Acero que se calienta.
Buscándonos en la belleza.
Adoradores de pecados, encendemos fuegos purificadores. Dónde quemar las mentiras que quisieron inculcarnos. Desprendiéndonos de cien mil escamas cada vez.
La nimia franqueza de conocernos desnudos.
Que tus patadas al mundo agrieten el glaciar tras mis ojos. Te guardo miradas primitivas que muerden y desgarran. Que envuelven y reconfortan.
No tengo augurios del mañana. La permanencia es un concepto absurdo. Avanzo dibujando un laberinto de curvas y saltos. Mientras, se me desgranan la boca y el boli en una vertiente de manos húmedas, de sábanas de algodón que huelen a verdad.
Nosotros y nuestras terribles galeras de melancolía y deseo.
Nosotros, los conquistadores sin imperio. Vagando en los mares del desconcierto. Quemando naves, odiando puertos. Saqueando al amor. Y sonriendo.

martes, 16 de septiembre de 2014

Libertad

Recientemente me han preguntado cuales eran mis valores. Y me ha parecido una pregunta realmente difícil, porque quería responder con sinceridad.

Paso mucho tiempo en bares, en parques, en salones, hablando sobre todo tipo de "logías", "turas" e "ismos". Probablemente ya he dedicado más horas y energías a esos debates en pos de ordenar el ideario del mundo conocido que a cualquier otra cosa. Pero, ¿mis valores? ¿Qué clase de pregunta es esa? No tengo una lista de valores filosófica o políticamente establecidos. He tenido que pararme a pensar, buscando un concepto que sintetice cómo vivo mi vida.
Mi interlocutor, en un intento de afinar su pregunta y acelerar mis procesos mentales, me ha sugerido la familia como valor. Con ello no ha hecho más que agudizar mi cara de desconcierto.
Sí, yo quiero a mi familia, a quienes yo considero mi familia y en los términos subjetivos en los que entiendo y practico el amor. En mi estructura mental eso no es un valor. Y ahí he caído en que tal vez la pregunta era más simple, no me preguntaban por mis valores, sino por aquellas cosas a las que doy valor.¿Estábamos hablando de principios o de apegos?
Apegos tengo a montones, y me parece que el mayor es a la vida, ese concepto que para mí los alberga todos. Del moho mucilaginoso a la incognoscible antimateria. De la materia a la abstracción. De lo encontrado a lo creado. Ese prodigio que en síntesis llamamos "existencia".
Sin embargo, y por cubrirme las espaldas ante la dualidad de la cuestión, eso tampoco me parece un valor. Mi absoluta fascinación por los procesos y entidades que percibo como realidad es algo que valoro y agradezco, pero entiendo perfectamente que otros ignoren. Continuamente me encuentro con personas que no leen. Si bien, en mi egocentrismo supremo, pienso "pobrecitos, que mal se están haciendo", no me parece ese motivo bastante para abanderarme por Cervantes y afianzar mi autoproclamada superioridad en una suerte de paternalismo intelectual. Porque si vengo a circunscribir la existencia, en su amplitud, a la mediación de mi condición humana, tengo que reconocer la libre elección como el proceso al que doy más valor.
Gracias, Sartre, por escribir del Existencialismo.

La única respuesta que me ha parecido válida ha sido "libertad". Resulta que no tengo "valores", sólo tengo uno. Ante tan escasa respuesta, los protocolos sociales me llevaron a intentar ampliar mi concepto. Y sólo pude añadir "me gustan las personas, me gustan las diferencias".

jueves, 28 de agosto de 2014

Estructuras libres.

Tenemos las respuestas, pero no podemos recordarlas. Necesitamos encontrarnos.
Encontrarnos de verdad unos a otros. Porque, a veces, me cruzo contigo. Pero a veces te encuentro. Cuando somos más grandes que el tiempo, todo desapego.
Y siento decirte que no es voluntad. Ni tuya, ni mía. Es el Universo. No el planeta, no el mundo. Es el Cosmos. Mostrándose a retazos. Enseñándonos lo que vive en la oscuridad.
No me tomes por extremo, sólo hablo con una autoridad que no poseo. Porque tengo resaca de aprendizaje. Endorfinas trazando mapas entre lo humano, lo animal y lo que no sé nombrar.
Es sólo el instinto primigenio, susurrando en mi cuello que todo va bien. Que todo lo demás es por esto.
De pronto orden y agradecimiento. Ocurrirá de nuevo, otra vez inesperado, volveré a verlo. Sin necesidad de aprehensión.
Las noches en las que de verdad escucho, no con el oído y el filtro del cerebro.
Puede sentirse bajo la piel, no es orgánico pero está ahí. En algún punto sin tejido ni sustancia.
El empirismo no servirá de nada con esto. No creo que se pueda hacer réplica.
Pero... vamos a divertirnos intentando saltar al otro lado. Chocando con los límites intangibles una y otra vez. Desorganizados y vacuos. 
Porque quiero que me vuelva a sorprender ese olor que jamás se repite en mi propio cuerpo. De todas las memorias, la olfativa es la más volátil, inalcanzable. Es una perra inversa a su naturaleza que no puedes evocar a placer.
No sé cuando volveremos a cazar en la incertidumbre. No importa.
Ahora bailo sintiéndome una bestia de otros mundos, ya no tengo que ser yo dentro de mí. Sólo ahora, en este estado transitorio que no va a ninguna parte y, justo por eso, llega.

martes, 12 de agosto de 2014

Agosto.

Ven, vamos a pelear al borde del abismo. Vamos a exhibir nuestras armas como animales en celo.
Quiero bailar donde el suelo no me alcance.
Basta de sensación de control y humildades aprendidas. Vamos a ponernos incómodos. Lúcidos.

Cuando sólo existes en los ojos del oponente el cosmos es una pupila.

Somos más de lo que confiesa el espejo.
Somos valientes porque tenemos miedo.

¿Quieres sentir?

La búsqueda no termina nunca. ¿Cuántas opciones puede haber entre millones a cada instante?
Quiero retar a todas las formas de existencia. Palpar los límites del orden. Divagar en los confines de la entropía tan lejos como la energía permita.

El alma es gas.

Mientras, todo sucede y el sol nos abrasa.
En el cobijo de la noche los patrones de cambio se alteran. Y en la oscuridad está la iluminación. Cuando nos vemos con los ojos cerrados. Sordociegos en realidad, tocando la certeza. Percibiendo una verdad caduca, leve. Enamorados de nosotros.

Todo el mal de la distancia es que no tiene olor.



  




viernes, 8 de agosto de 2014

Pienso, luego existo.

Me han acusado de pensar demasiado.
Como si pensar fuese flagelarse, cuando sólo intento entender.

Para empezar, no tengo la opción de pensar menos. Simplemente vivo así.
¿Qué hacer si no mientras realizas cualquier tarea mecánica? ¿Nunca te paras un momento sólo para pensar? ¿Nunca sientes la necesidad de ir a un lugar concreto para pensar? No en una preocupación del presente, no en una decisión. Sólo pensar. Escuchar a tu mente (eso que crees que eres tú mismo). Un día quiere hablar de sociología y otro de relaciones personales. O pasa la atorcha a la imaginación para pintar futuros y presentes. Te trae de vuelta una escena de aquella película que viste hace dos semanas y, a saber por qué, lo relaciona con esa persona de la que te acuerdas de forma recurrente, a saber por qué.
Es demasiado relevante para ignorarlo. Aunque no signifique nada a priori, un hilo de nuestro pensamiento cotidiano muestra mejor quienes somos y qué hacemos que cualquiera de las respuestas que verbalizamos en una situación social mediada por su propia naturaleza. ¿Quién eres cuando estás solo?

Por otro lado, no era la primera vez que me dirigían esa frase. Incluso han tenido la osadía de decirme que ese es "mi problema".
Son problemas la falta de empoderamiento, la autoexigencia desmedida, la baja autoestima, la obsesión. Entiendo que, como todos estos conflictos suelen manifestarse en pensamientos distorsionados, haya quien resuelva que el dolor está en pensar más allá de lo estrictamente necesario y del orden pertinente.
Comprendo la equiparación, pero no logro aprehender cómo se vive sin el placer de mirar en cada una de las puertas que se abren. Sin los increíbles viajes del razonamiento, incluso cuando no conduce a certeza alguna.

Creamos la música, el cine y la literatura porque necesitamos ir más allá y más acá de nosotros mismos. Ahondarnos y expandirnos.
Por favor, no te pierdas eso. Que las nuevas concepciones del ocio y el orden no te usurpen el esfuerzo que te debes a ti mismo.






jueves, 31 de julio de 2014

Estoy harta de extrañarte.
Te lo digo sin rodeos, porque en la misma añoranza está el paseo retórico.




miércoles, 11 de junio de 2014

Yo no soy Petrarca

Leí en alguna parte que enamorarse de una persona es una ilusión. En realidad nos encandila el lóbulo de una oreja, la curva de las aletas nasales, el ángulo de una sonrisa... pero nos decimos a nosotros mismos que es el carácter, el intelecto, el conjunto.

Yo me he enamorado de cejas, de remolinos en el pelo, de manos, de vientres, de clavículas, de nucas, de antebrazos, de hombros... Y los he conquistado en alguna medida.
He besado y recorrido esa geometría irrepetible de la biología.
Me he dejado abrumar por el detalle.
Presa del Síndrome de Stendhal ante la carne, ciega al todo.

No por eso he amado.
Aferrada al autoengaño y, peor aún, al engaño compartido. A la mentira de la química legitimada por los constructos sociales.

Soy adicta a las primeras sensaciones. A la aproximación.
Soy ludópata de eso que llaman amor pero es sólo literatura.





martes, 27 de mayo de 2014

Rayada vol.I

Mi baño siempre había sido azul. Hasta hace un par de semanas. Mientras me lavo los dientes me pregunto cuánto tiempo necesitaré para adaptarme a un cambio tan intrascendente. Para olvidar mis baldosas azules y no esperarlas más al abrir la puerta.
Y pienso en cuántas puertas abro en busca de lo que hace años que no está ahí.
En esa sensación de saber sin saber que ocurre en medidas infinitesimales.

Malditos sean todos los lugares comunes, porque han perdido la vacuidad intrínseca a su definición.
El que fuera mi banco, mío y de nadie más, es ahora madera comida de recuerdos igual que de lluvias y soles.
Y cuando atravieso ciertas callejuelas, me roza la brisa de aquella noche lejana.
En los caminos cotidianos, una y otra vez me esperan miradas, caricias, hostias, risas, rugidos, besos, mordiscos, abrazos, gritos.
Sin los portadores de esos ojos, bocas y pieles.
¿A ti también te pasa? ¿O la memoria del corazón no se comparte así?
Los fantasas se encadenan en un metro de muro, en una piedra concreta, en un portal que nunca es cualquiera.
He ido dejando jirones de piel en nuestras calles.
¿Me ves cuando vuelves por allí?
Lo que fuimos en ese instante disuelto hace tanto.

A veces, sin saberlo, voy a un lugar esperando encontrar un tiempo.
Y tardo una eterna milésima de química neuronal en reconocer las baldosas nuevas.





martes, 29 de abril de 2014

Bienvenido a la nada.

Casi dos años después, así de pronto, voy y me acuerdo de esto. La continuidad no es mi fuerte... Soy una romántica del boli BIC, entre otras cosas.
Y ahora me siento aquí y pretendo contar algo impreciso. ¿De qué coño se supone que va esto? ¿Hablamos de sociopolítica? ¿Me invento un cuento? ¿Rescato recuerdos? ¿Finjo que sé escribir poesía?
No tengo ni idea, pero sigo aquí sentada tecleando. Como si en realidad hubiese algo que decir.
Llega Internet y todo es territorio donde crear un templo para mi ego. Saturar tu tiempo libre con mi cara un millón de veces y hablar sin hablar. No hay objetivo. Sólo porque puedo. Alguien me dijo muchas veces que las cosas cuya única razón es que podemos hacerlas son las cosas que no deberíamos hacer.
Estaría bien creer que intento aportar algo. Compartir. Probablemente podría convencerte de que va de eso. Pero sé que simplemente estoy aquí porque no me apetece ponerme a hacer algo productivo. Porque espero la gracia mística de las musas a base de perseverancia.
Soy yo mirándome el ombligo a través de ti, una vez más.
Y es todo mentira.

lunes, 22 de octubre de 2012

Nunca hay un último beso.
Esperas que ese, ya desesperado y voraz, sacie el ansia de aquello que persigues, cierre el círculo. Pero ninguno lo hace.
No hay plenitud en los besos, todos son una búsqueda.
Intentas aferrarte al baile.